Después de estar viajando solo por la selva, escuché un
llamado que nunca antes había podido presenciar, sabía de su existencia por
historias de mis antepasados, pero sólo eso. Lo escuché, era la voz del
Curandero que exigía nuestra presencia para una junta urgente, me fui volando
lo más rápido que pude hasta llegar allí, y ahí estaba yo, esperando a que
todos los animales de la selva acudieran al llamado.
¿Cuál fue mi
sorpresa? Encontrarme con tantos, tan bellos y distintos animales me hizo
sentirme como en otra dimensión. Era nada a comparación del jaguar, la venada
hembra que se encontraba en la junta, incluso con la libre, yo era muy pequeño
como para compararme con estos grandes y poderosos animales.
El sabio Curandero dijo unas palabras que por estar
observando a todos no pude distinguir muy bien, pero al momento que escuché las
palabras “ayuda” y “salvar a los enfermos” lo único que pensé fue en ofrecerme,
sin pensar que iba a haber una gran recompensa al responsable que la encontrara.
Me ofrecí porque siempre he querido hacer algo por el que
me sienta orgulloso, que todos me recuerden como el héroe que fui y no como el
pequeño insecto que no se sabe defender y siempre terminan aplastando. Desde hace tiempo pensé en ya no dejarme más de las personas malvadas. Decidí
hacer a un lado mi primer camino y ayudar a las personas del Mayab para que no
padecieran tantas enfermedades. Así poder dejar mi nombre y mi especie en alto en el pueblo del Mayab.
Todos en el pueblo decían que la piedra que se había
perdido era mágica y que sólo el Curandero sabía cómo cuidar y curar a los enfermos con su magia. Al momento de ofrecerme, también se ofreció el Zopilote, la Venada,
la Liebre y yo, solamente nosotros cuatro estábamos es está misión tan
especial, me sentía extrañamente orgulloso y temeroso por lo que pudiera
encontrarme en la selva. Ya que era nuevo en eso de conocer nuevos lugares y tierras. Aún estaba acostumbrándome al vuelo veloz, pero no me rendí.
Pasaron días y a pesar de mis grandes esfuerzos, no lograba
encontrar la piedra, me agotaba ir y venir sin encontrar nada, estuve a punto
de rendirme en muchas ocasiones, pero siempre había algo que me impulsaba hacía
adelante. De pronto algo en el cielo se aclaró, como si la piedra hubiera sido
desenterrada y vuelta a su dueño, pero esa sensación sólo duro unas horas,
porque después de un tiempo, volvió a ser como era antes y yo seguí mi búsqueda
incansablemente.
Ya habían pasado varios días y los participantes se
empezaron a aburrir y a retirar de la “competencia”, creo que yo era el único
que estaba allí por solidaridad, los demás estaban ahí por el premio o por la gran
recompensa anhelada.
Como todos habían bajado la guardia, fue mi momento de
actuar para poder sobresalir de los demás. Paré el vuelo por unos minutos y
descansé un momento en una hoja muy grande, cerré los ojos y respiré.
Nunca antes había sentido sensación tal, nunca había
sentido tanta energía dentro de todo mi cuerpo, fue como si una luz viajará
sobre mí y me indicara el camino hacia la piedra. Cuando me di cuenta de mis
acciones, estaba volando a toda velocidad hacía un destino que no conocía, pero
que mi corazón conocía, quién diría que ahí estaría la piedra. Al voltear hacía mi panza me
percaté de que una luz salía de mi cuerpo y que no se iba, sólo permanecía ahí,
inmóvil, frágil y brillante.
Me estremecí y seguí con mi corazón el camino y sí, estaba
en lo correcto, me llevó directamente a la piedra mágica. No podía creerlo, en
un primer momento una luz salía de mi cuerpo y en el otro instante ya tenía la piedra mágica en
mis manos. Lo único que pensé en ese momento, fue en devolverle la piedra al
Curandero. Nunca me había sentido tan bien en toda mi vida como ese día, yo ya había ganado muchas cosas con esa experiencia y ya el premio no me interesaba. Él me dijo que la luz que salía de mí era mi recompensa, que yo solo había forjado en mí. De ahora en adelante siempre haré el bien para
todos en este pueblo.
El Cocay.
https://soundcloud.com/tanygarola/capitulo-1-el-cocay
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