martes, 19 de enero de 2016

La Cíenega despierta

Foto: Alephedario


Introducción 
Gracias a lo escrito aquí, podrán conocer las importantes motivaciones del movimiento; lo redacto, con el propósito de dejar constancia de todo lo que he vivido desde el día de “el encuentro” hasta el día de hoy que defenderemos con garras y dientes lo nuestro; deseando, que si algo nos pasa, alguien más encuentre la fuerza necesaria en estas líneas para continuar nuestra lucha.  

El Encuentro
El cielo estaba particularmente oscuro esa noche, las estrellas titilaban y obsequiaban un sutil tono azulado al telón del cosmos, el viento despertaba  a las cada  vez más frágiles plantas y hierbas que aún se sostenían en el horizonte y yo Carlos Bernal avanzaba con prisa, con urgencia por refugiarme del frío en casa, mirando con esperanza las luces que avisaban desde la distancia que al fin estaba cerca de “La Ciénega” el pueblo donde vivo y donde crecí. 

Pasarían de las 11  de la noche, cuando un extraño sonido en el agua captó mi atención. El ruido provenía del cuerpo de agua que dio nombre a mi pueblo y que cuentan mis abuelos, hace muchos años fue un enorme lago. La duda me detuvo e investigue con la mirada desde la distancia sin éxito. Tuve que acercarme, abriéndome paso entre la hierba seca, agudizando la vista poco a poco; confiando en que el foco gigante que es la luna apoyaría mi tarea. Ahí le vi, desfallecida, agonizante, tendida sobre el suelo, con apenas medio cuerpo fuera del agua encharcada, con los cabellos sucios, mojados y enmarañados, el torso desnudo, la mirada caída, perdida, pero aún respiraba. 

Corrí lo más rápido que pude según lo que me permitía el terreno viejo, deforme y olvidado. A tropezones llegué y tome su mano para darle auxilio; fue en ese instante que, al jalarla para sacarla de allí, sus escamas y dura piel negra se asomaron por fuera del agua. No había piernas, parecía una serpiente de la cintura a los pies. De un brinco me eché hacia atrás, pero no pude soltarme de su mano. Fue en ese momento que despertó y me apretó con fuerza a la vez que alzaba la cabeza y la mirada, sus ojos me parecieron carbones encendidos, mis ojos dolían solo de ver los suyos. 

Perdí toda conciencia de mí, pero vi su mundo, el espacio que describían mis abuelos y que a ellos seguramente también describieron, la historia de una mujer que reinó sobre las aguas, y en quién existía la virtud de dar vida a aves, peces, ajolotes y plantas acuáticas, que alimentaban a los habitantes de toda la región. La historia de una mujer venerada a través del respeto a la naturaleza. La historia de los hombres codiciosos que imaginaron la posibilidad de hacerse ricos a través de la sobre explotación. La historia de los hombres que poco a poco agotaron todo, hasta hacernos ver la desesperanza. La historia de una diosa mutilada, sumergida en el olvido en las cada vez menos profundas y productivas aguas, aguas que los hombres tomaron indiscriminadamente para sí, hasta hacer casi desaparecer el lago. La vida no se origina desde la agonía.

Lloré como el niño que fui y el joven que aun soy; lloré por ella, por el pueblo, por mí y por el futuro. Respiré  profundo y la miré de nuevo, su mano ya no me sujetaba con fuerza, sus ojos se habían cerrado, su respiración se había ido. No encontré otra respuesta que rendirle tributo; obsequiarle una flor extraviada en la tierra casi muerta me resultó lo apropiado, aunque en ese momento no fui consciente del porqué, (ambas al fin y al cabo eran difíciles de encontrar en mi mundo y las dos abrían de morir por la mano del hombre). Puse la flor en su mano y la cerré, pero cuándo al fin me puse en pie, ignoro porque, la lluvia volvió, aun cuando hacía meses que la sequía se había plantado en nuestras tierras. 

El agua lo lava todo y todo lo purifica, todo lo limpio es “un borrón y cuenta nueva”, una promesa de cambio. La transformación fue desde ese entonces mi compromiso. 

Rebelión
La imagen de la mujer serpiente presente en mi mente desde esa noche me acompañó todo el tiempo. Recordé todo lo que contaban los abuelos sobre una mujer que vivía en el lago conocida como “Tlanchana” y supe de inmediato que se trataba de la misma entidad.  Lo único importante para mí a partir del descubrimiento, fue defender lo poco que nos quedaba. Si desapareciera ella o su recuerdo, lo que creíamos nuestro también lo haría. 

La historia que conté a mis familiares y amigos se esparció rápidamente. Todos mostraron asombro e incredulidad al principio, pero de a poco fue aumentando su interés. Finalmente, en la asamblea que celebramos la semana siguiente, a las seis de la tarde en la plaza del pueblo, todos escucharon por mi propia boca de las visiones del pasado que la Tlanchana  me compartió.   Tras dos horas de charla, de preguntas y respuestas, surgió solo una consigna: proteger  La Ciénega ; ese pequeño espejo de agua que aún existía como pálido reflejo de lo que antes fue un lago y que los hombres del Gobierno del Estado habían explotado por años para abastecer de agua a distintos puntos de la capital. 

Sin embargo, no todos estuvieron de acuerdo , Raúl Gutiérrez, vecino y jefe de la policía del pueblo, se negó a participar en la defensa de Ciénega, argumentando que no podía estar en contra de las leyes y el gobierno. Fue abucheado por la multitud y salió sumamente molesto, creemos solo para informar a las autoridades de lo que allí se gestaba. Don Leo Bernal, mi tío, líder y consejero en muchos asuntos del pueblo, por el contrario, se propuso organizar una cadena humana que impidiera que los trabajadores del departamento de aguas continuaran construyendo un nuevo pozo que aniquilaría por completo a la Ciénega; confiado en que eso haría que nos pusieran atención para poder negociar posteriormente.  Lo más importante era rescatar del olvido a la Tlanchana y se estaba consiguiendo. La gente recurrió a la memoria de pláticas con ancianos y sabios, algunos más le ofrendaron simbólicamente en la Ciénega sembrando algunas plantas y flores. Yo por mi parte continué contando sin cansancio la historia a todos y preparando un plan, el que se develará hoy durante la protesta. 

Estamos dispuestos a todo y el gobierno lo sabe, aun cuando el representante municipal y estatal, han ignorado nuestras peticiones. Nos han llegado informes de fuertes movilizaciones policiales planeadas en caso de ser necesario, pero a pesar del temor no voy a ceder, no vamos a ceder. Nuestra lucha ha de vivir uno de los momentos más importantes el día de hoy. Es tiempo de despertar.

Carlos Bernal.  

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