jueves, 21 de enero de 2016







El testigo de los dioses


Son las seis de la mañana, la selva comienza a entonar la sonata de la naturaleza, las aves entonan junto al viento y el río el despertar del hoy, ayer fue la lluvia alado de las plantas, el viento y los arboles. Soy un viejo sabio de 52 años, mi ancestro Mo’ol Báalam (Garra Jaguar) fue quien me heredo la habilidad de conversar con los dioses, dentro de 40 minutos más los hombres harán sonar los caracoles, seguido de los tambores, todos en armonía con el propósito de preparar a nuestra aldea, pues hoy desciende el Kukulkán.

El inicio de esta festividad se realiza en el templo, junto al jefe supremo de nuestros guerreros llamado Nacom, los sabios debemos tener un ayuno con abstinencia sexual de 13 días previos. Caminamos hasta nuestro destino, llevamos con nosotros un perro con propósito de ser sacrificado, nopal para quemarlo mientras bailamos alrededor de Nacom, y ollas llenas de bebida para quebrarlas al final de la ceremonia, para que el Kukulkán pueda descender y tomar la ofrenda de cada año, quedándonos los sabios a rezar durante cinco días continuos en agradecimiento por otorgarnos el mensaje.
Nuestra aldea se queda renovando los utensilios del hogar, después de ello, las mujeres comienzan a preparar a los niños con ejercicios básicos del oficio del padre, al finalizar, rezan a Ixchel para concebir a los hijos que se aproximen y les de la fortaleza de poder traerlos con bien a su aldea.

En nuestro regreso, se tiene un banquete con bebida preparado, es de noche y la fogata esta encendida, todos se muestran ansiosos alegres, esperando por nosotros, para dar a conocer el mensaje de este año, el cual, después de muchos siglos toma similitud con aquel viejo cuento que mi bisabuelo me contaba, dónde el hombre obtenía sus poderes a través de los animales y el cual, nos llevaría a terminar con nuestra madre naturaleza.
El mensaje del Kukulkán fue claro: “Defiende tus tierras de la destrucción, protege a tus animales, tus plantas y tu aldea, pues la ingratitud de la avaricia acechara con toda su fuerza a tu alrededor”. Al momento de citar estas palabras, el silencio humano, dominó la selva, sólo se percibía el fuego y unos cuantos animales, los sacerdotes de inmediato fueron al templo a descender al inframundo, a pedir la protección de la comunidad y la fortaleza de nuestros guerreros, esta noche no hubo celebración alguna, nos fuimos a dormir.
En la madrugada, el jaguar llamó a mi puerta y se marcho, dejando rastro del punto a dirigirme, seguí el camino y allí se encontraba, observando a los monstruos de metal llegando, observando la nueva guerra que se avecina por la conservación de nuestras tierras.


Xa’ak Báalam

Travesía en la selva

Después de estar viajando solo por la selva, escuché un llamado que nunca antes había podido presenciar, sabía de su existencia por historias de mis antepasados, pero sólo eso. Lo escuché, era la voz del Curandero que exigía nuestra presencia para una junta urgente, me fui volando lo más rápido que pude hasta llegar allí, y ahí estaba yo, esperando a que todos los animales de la selva acudieran al llamado.
¿Cuál fue mi sorpresa? Encontrarme con tantos, tan bellos y distintos animales me hizo sentirme como en otra dimensión. Era nada a comparación del jaguar, la venada hembra que se encontraba en la junta, incluso con la libre, yo era muy pequeño como para compararme con estos grandes y poderosos animales.
El sabio Curandero dijo unas palabras que por estar observando a todos no pude distinguir muy bien, pero al momento que escuché las palabras “ayuda” y “salvar a los enfermos” lo único que pensé fue en ofrecerme, sin pensar que iba a haber una gran recompensa al responsable que la encontrara.
Me ofrecí porque siempre he querido hacer algo por el que me sienta orgulloso, que todos me recuerden como el héroe que fui y no como el pequeño insecto que no se sabe defender y siempre terminan aplastando. Desde hace tiempo pensé en ya no dejarme más de las personas malvadas. Decidí hacer a un lado mi primer camino y ayudar a las personas del Mayab para que no padecieran tantas enfermedades. Así poder dejar mi nombre y mi especie en alto en el pueblo del Mayab.
Todos en el pueblo decían que la piedra que se había perdido era mágica y que sólo el Curandero sabía cómo cuidar y curar a los enfermos con su magia. Al momento de ofrecerme, también se ofreció el Zopilote, la Venada, la Liebre y yo, solamente nosotros cuatro estábamos es está misión tan especial, me sentía extrañamente orgulloso y temeroso por lo que pudiera encontrarme en la selva. Ya que era nuevo en eso de conocer nuevos lugares y tierras. Aún estaba acostumbrándome al vuelo veloz, pero no me rendí.
Pasaron días y a pesar de mis grandes esfuerzos, no lograba encontrar la piedra, me agotaba ir y venir sin encontrar nada, estuve a punto de rendirme en muchas ocasiones, pero siempre había algo que me impulsaba hacía adelante. De pronto algo en el cielo se aclaró, como si la piedra hubiera sido desenterrada y vuelta a su dueño, pero esa sensación sólo duro unas horas, porque después de un tiempo, volvió a ser como era antes y yo seguí mi búsqueda incansablemente.
Ya habían pasado varios días y los participantes se empezaron a aburrir y a retirar de la “competencia”, creo que yo era el único que estaba allí por solidaridad, los demás estaban ahí por el premio o por la gran recompensa anhelada. 
Como todos habían bajado la guardia, fue mi momento de actuar para poder sobresalir de los demás. Paré el vuelo por unos minutos y descansé un momento en una hoja muy grande, cerré los ojos y respiré.
Nunca antes había sentido sensación tal, nunca había sentido tanta energía dentro de todo mi cuerpo, fue como si una luz viajará sobre mí y me indicara el camino hacia la piedra. Cuando me di cuenta de mis acciones, estaba volando a toda velocidad hacía un destino que no conocía, pero que mi corazón conocía, quién diría que ahí estaría la piedra. Al voltear hacía mi panza me percaté de que una luz salía de mi cuerpo y que no se iba, sólo permanecía ahí, inmóvil, frágil y brillante.
Me estremecí y seguí con mi corazón el camino y sí, estaba en lo correcto, me llevó directamente a la piedra mágica. No podía creerlo, en un primer momento una luz salía de mi cuerpo y en el otro instante ya tenía la piedra mágica en mis manos. Lo único que pensé en ese momento, fue en devolverle la piedra al Curandero. Nunca me había sentido tan bien en toda mi vida como ese día, yo ya había ganado muchas cosas con esa experiencia y ya el premio no me interesaba. Él me dijo que la luz que salía de mí era mi recompensa, que yo solo había forjado en mí. De ahora en adelante siempre haré el bien para todos en este pueblo. 

El Cocay.
https://soundcloud.com/tanygarola/capitulo-1-el-cocay
https://soundcloud.com/tanygarola/capitulo-2-el-cocay
https://soundcloud.com/tanygarola/capitulo-3-el-cocay

martes, 19 de enero de 2016

La Cíenega despierta

Foto: Alephedario


Introducción 
Gracias a lo escrito aquí, podrán conocer las importantes motivaciones del movimiento; lo redacto, con el propósito de dejar constancia de todo lo que he vivido desde el día de “el encuentro” hasta el día de hoy que defenderemos con garras y dientes lo nuestro; deseando, que si algo nos pasa, alguien más encuentre la fuerza necesaria en estas líneas para continuar nuestra lucha.  

El Encuentro
El cielo estaba particularmente oscuro esa noche, las estrellas titilaban y obsequiaban un sutil tono azulado al telón del cosmos, el viento despertaba  a las cada  vez más frágiles plantas y hierbas que aún se sostenían en el horizonte y yo Carlos Bernal avanzaba con prisa, con urgencia por refugiarme del frío en casa, mirando con esperanza las luces que avisaban desde la distancia que al fin estaba cerca de “La Ciénega” el pueblo donde vivo y donde crecí. 

Pasarían de las 11  de la noche, cuando un extraño sonido en el agua captó mi atención. El ruido provenía del cuerpo de agua que dio nombre a mi pueblo y que cuentan mis abuelos, hace muchos años fue un enorme lago. La duda me detuvo e investigue con la mirada desde la distancia sin éxito. Tuve que acercarme, abriéndome paso entre la hierba seca, agudizando la vista poco a poco; confiando en que el foco gigante que es la luna apoyaría mi tarea. Ahí le vi, desfallecida, agonizante, tendida sobre el suelo, con apenas medio cuerpo fuera del agua encharcada, con los cabellos sucios, mojados y enmarañados, el torso desnudo, la mirada caída, perdida, pero aún respiraba. 

Corrí lo más rápido que pude según lo que me permitía el terreno viejo, deforme y olvidado. A tropezones llegué y tome su mano para darle auxilio; fue en ese instante que, al jalarla para sacarla de allí, sus escamas y dura piel negra se asomaron por fuera del agua. No había piernas, parecía una serpiente de la cintura a los pies. De un brinco me eché hacia atrás, pero no pude soltarme de su mano. Fue en ese momento que despertó y me apretó con fuerza a la vez que alzaba la cabeza y la mirada, sus ojos me parecieron carbones encendidos, mis ojos dolían solo de ver los suyos. 

Perdí toda conciencia de mí, pero vi su mundo, el espacio que describían mis abuelos y que a ellos seguramente también describieron, la historia de una mujer que reinó sobre las aguas, y en quién existía la virtud de dar vida a aves, peces, ajolotes y plantas acuáticas, que alimentaban a los habitantes de toda la región. La historia de una mujer venerada a través del respeto a la naturaleza. La historia de los hombres codiciosos que imaginaron la posibilidad de hacerse ricos a través de la sobre explotación. La historia de los hombres que poco a poco agotaron todo, hasta hacernos ver la desesperanza. La historia de una diosa mutilada, sumergida en el olvido en las cada vez menos profundas y productivas aguas, aguas que los hombres tomaron indiscriminadamente para sí, hasta hacer casi desaparecer el lago. La vida no se origina desde la agonía.

Lloré como el niño que fui y el joven que aun soy; lloré por ella, por el pueblo, por mí y por el futuro. Respiré  profundo y la miré de nuevo, su mano ya no me sujetaba con fuerza, sus ojos se habían cerrado, su respiración se había ido. No encontré otra respuesta que rendirle tributo; obsequiarle una flor extraviada en la tierra casi muerta me resultó lo apropiado, aunque en ese momento no fui consciente del porqué, (ambas al fin y al cabo eran difíciles de encontrar en mi mundo y las dos abrían de morir por la mano del hombre). Puse la flor en su mano y la cerré, pero cuándo al fin me puse en pie, ignoro porque, la lluvia volvió, aun cuando hacía meses que la sequía se había plantado en nuestras tierras. 

El agua lo lava todo y todo lo purifica, todo lo limpio es “un borrón y cuenta nueva”, una promesa de cambio. La transformación fue desde ese entonces mi compromiso. 

Rebelión
La imagen de la mujer serpiente presente en mi mente desde esa noche me acompañó todo el tiempo. Recordé todo lo que contaban los abuelos sobre una mujer que vivía en el lago conocida como “Tlanchana” y supe de inmediato que se trataba de la misma entidad.  Lo único importante para mí a partir del descubrimiento, fue defender lo poco que nos quedaba. Si desapareciera ella o su recuerdo, lo que creíamos nuestro también lo haría. 

La historia que conté a mis familiares y amigos se esparció rápidamente. Todos mostraron asombro e incredulidad al principio, pero de a poco fue aumentando su interés. Finalmente, en la asamblea que celebramos la semana siguiente, a las seis de la tarde en la plaza del pueblo, todos escucharon por mi propia boca de las visiones del pasado que la Tlanchana  me compartió.   Tras dos horas de charla, de preguntas y respuestas, surgió solo una consigna: proteger  La Ciénega ; ese pequeño espejo de agua que aún existía como pálido reflejo de lo que antes fue un lago y que los hombres del Gobierno del Estado habían explotado por años para abastecer de agua a distintos puntos de la capital. 

Sin embargo, no todos estuvieron de acuerdo , Raúl Gutiérrez, vecino y jefe de la policía del pueblo, se negó a participar en la defensa de Ciénega, argumentando que no podía estar en contra de las leyes y el gobierno. Fue abucheado por la multitud y salió sumamente molesto, creemos solo para informar a las autoridades de lo que allí se gestaba. Don Leo Bernal, mi tío, líder y consejero en muchos asuntos del pueblo, por el contrario, se propuso organizar una cadena humana que impidiera que los trabajadores del departamento de aguas continuaran construyendo un nuevo pozo que aniquilaría por completo a la Ciénega; confiado en que eso haría que nos pusieran atención para poder negociar posteriormente.  Lo más importante era rescatar del olvido a la Tlanchana y se estaba consiguiendo. La gente recurrió a la memoria de pláticas con ancianos y sabios, algunos más le ofrendaron simbólicamente en la Ciénega sembrando algunas plantas y flores. Yo por mi parte continué contando sin cansancio la historia a todos y preparando un plan, el que se develará hoy durante la protesta. 

Estamos dispuestos a todo y el gobierno lo sabe, aun cuando el representante municipal y estatal, han ignorado nuestras peticiones. Nos han llegado informes de fuertes movilizaciones policiales planeadas en caso de ser necesario, pero a pesar del temor no voy a ceder, no vamos a ceder. Nuestra lucha ha de vivir uno de los momentos más importantes el día de hoy. Es tiempo de despertar.

Carlos Bernal.